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Catequesis del 17 de febrero de 2013

Donde está Pedro, ahí está la Iglesia, ahí está Dios.


Al seguir las catequesis del Papa durante las audiencias de los miércoles, se nota que Su Santidad desde noviembre está dedicando una atención particular al tema de la “fe”, cómo y de qué modo comunicarla, con el fin de ayudar tanto a los sacerdotes como a los fieles a vivir este agitado periodo de la historia de la Iglesia como redescubrimiento de la propia fe y cómo lograr comunicarla. El Santo Padre se ha detenido a reflexionar en tres puntos: el mundo, el hombre, y la fe, presentándolos como tres caminos para comunicar el cristianismo en nuestros tiempos.
El primer camino: “el mundo”. La belleza de la creación, dice el Santo Padre, no puede no hacernos reflexionar sobre la existencia de un Ser creador de todas las cosas. “Pregunta a la belleza de la tierra, del mar, del aire que se extiende por doquier –dice San Agustín- pregunta a la belleza del cielo, pregunta a todas estas realidades. Todas te responderán: nuestra belleza es un himno de alabanza a nuestro Creador.”
Segundo camino: “El hombre”. Si el hombre, haciendo un acto de humildad, fuese capaz de entrar en sí mismo, como recomienda San Agustín, encontraría la verdad que busca, pues está dentro y no fuera del hombre. “Entra en ti mismo: la verdad habita en el interior del hombre.”
Tercer camino: “la fe”. Sobre todo en el mundo de hoy, profundamente secularizado, la fe constituye un camino para demostrar la existencia de Dios, siempre y cuando sea testimoniada en la vida cotidiana. Dice el Papa: “Hoy muchos tienen una concepción limitada de la fe cristiana, pues la identifican con un sistema de creencias y de valores y no tanto con la verdad de un Dios revelándose en la historia, deseoso de comunicarse con el hombre de tú a tú, en una relación de amor con él.
El cristianismo, antes que una moral o una ética, es un acontecimiento de amor, es acoger la persona de Jesús.
La prerrogativa del cristianismo consiste en el hecho de que es Dios quien toma la iniciativa de revelarse y, en consecuencia, Él es el primero que nos ilumina, orienta y guía respetando siempre nuestra libertad. Y es siempre Él quien nos hace entrar en su intimidad revelándose y donándonos la gracia de poder acoger en la fe esta revelación. No somos nosotros quienes poseemos la Verdad, sino que es la Verdad la que nos busca y nos posee.
Hoy, queridos hermanos, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, los cristianos deben explicar por qué lo son, cuáles son las razones de su fe, el motivo de ciertos comportamientos. Desde el Iluminismo en adelante, la crítica a la religión se ha intensificado, han surgido sistemas ateos para los cuales Dios es una pura ilusión. Un fuerte proceso de secularismo, caracterizado por la autonomía absoluta del hombre, se ha ido difundiendo, con consecuencias dramáticas.
“En nuestros tiempos se ha verificado un fenómenos particularmente peligroso para la fe” –dice el Papa- de hecho hay una forma de ateísmo que definimos práctico, en el que no se niegan abiertamente las verdades de la fe o los ritos religiosos, sencillamente éstos se consideran de poca importancia para la existencia cotidiana, desligados de la vida, inútiles. Se cree en Dios de modo superficial, y se vive como si Dios no existiera”.
Pero, queridos hermanos, una vez que se ha perdido la referencia a Dios, se oscurece también el horizonte ético. Ya no existe el sentido del pecado, todo lo que es posible parece también éticamente correcto; los 4 novísimos de la doctrina católica (muerte, juicio, infierno, gloria) ya se consideran cuentos para niños. La difusión del relativismo es una concepción errada de la libertad, en lugar de llevar al hombre a la verdadera libertad, termina por atar los hombres a los ídolos.
Este es el mundo post-moderno, posterior a la época de las ideologías que provocaron dolor e injusticia; hoy domina el cinismo y la desesperación. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué respuestas está llamado a dar el hombre de fe, con dulzura y respeto, al ateísmo, a la incredulidad, a la indiferencia hacia Dios?
Además de los tres caminos indicados por el Papa, a los que me he referido al principio de esta reflexión: Mundo, Hombre, Fe, debemos buscar nosotros, hombres de fe, una conducta que comunique la fe al hombre contemporáneo. “Un modo de ser” que yo definiría “de corazón” que tendría que darse por supuesto en un cristiano, pero desafortunadamente no es así.
Debemos descubrir el sentido de la palabra “Alegría”; el comportamiento del cristiano consiste en comunicar la alegría del Evangelio a toda criatura y conducir a todos al encuentro con Jesús, único salvador del mundo. Es verdad que ninguno puede darse la alegría, esa es consecuencia de la vida de oración que lentamente transforma los hombres en imágenes de Dios. Pensemos en la alegría que despertaba San Roque en las personas que experimentaron la curación del Señor a través de su fe. San Roque fue un hombre de oración y la oración lo transformó en instrumento del Dios Altísimo. Qué ejemplo más bello para comunicar el Evangelio que seguir las huellas de nuestro Santo.
Si el cristiano no manifiesta la alegría, difícilmente logrará convencer a alguno.
La vida del cristiano debe ser un seguimiento, un seguir a Jesús. Por desgracia el orgullo y la falta de fe van por delante. Se hacen proyectos elaborados autónomamente y luego nos asombramos de que el Señor no los apruebe, no nos siga. Entonces nos sentimos abandonados, “no seguidos”.
Para seguir a Jesús es necesario amarle, a él y sus palabras, a él y su estilo de vida. La persona de Jesús y su comportamiento son inseparables: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6) es decir, es la ley dentro de la cual debo caminar, permanecer y jamás abandonar. El Señor no tiene necesidad de nuestros consejos, debemos considerarnos siervos inútiles, felices de haber sido llamados a seguirlo, contentos de identificarnos con el Maestro en su modo de pensar.
La función del Magisterio de la Iglesia, del Pontífice en particular, no es únicamente transmitir la verdad de la doctrina, sino indicar las principales modalidades, cambiantes en las diversas épocas históricas, con las que trasmitir la fe. Nosotros hoy debemos escuchar la enseñanza del Papa, conservar el estilo con el que comunica y, sobretodo, seguir las indicaciones que nos da para ser instrumentos de Dios. Si observamos las grandes estaciones de la historia de la Iglesia, vemos cómo en ocasiones de grandes cambios de época el Magisterio pontificio ha tomado de la mano a la Iglesia y la ha guiado a través de nuevos comportamientos. El Pontífice tiene el deber de guiar a los fieles para conducirlos por el camino que lleva a la salvación, invitándonos a asumir ciertos comportamientos en lugar de otros frente a grandes momentos críticos de la historia.
¡Donde está Pedro, ahí está la Iglesia, ahí está Dios!. Queremos estar con Pedro porque con él está la Iglesia, con él está Dios.
Queridos amigos, oremos por el Papa Benedicto XVI, oremos mucho porque en este momento necesita todo el afecto de sus hijos. Oremos por el Papa, pidiendo al Espíritu Santo que le dé el ardor y la fuerza para guiar “la barca de San Pedro” en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y agitado por cuestiones de gran importancia para la vida de la fe, como nos lo recuerda Su Santidad Benedicto XVI.
Acudamos a María Santísima, Madre de la Iglesia, para que la Iglesia, una vez vencidas las adversidades del mundo, pueda hacer triunfar la Verdad que encuentra su fuente sólo en Dios.
Viva San Roque.

Fratel Constantino De Bellis

 
 
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